Me llamó por teléfono.
Su nombre apareció en la pantalla del celular y no quería contestar. Habíamos tenido una discusión fuerte, al parecer, porque no veía otra razón para no contestarle.
Mamá me pedía que le respondiera. "No sabes si es una emergencia. Contéstale."
Necesito que me acompañes a una fiesta. Es muy importante para mí que vayas conmigo. Te prometo que después de eso hablamos y dejamos todo en claro. Algo así me dijo.
Iré a la fiesta, total, ya después de eso se acaba, seguramente se acaba.
Marcó de nuevo al móvil y me dijo que estaba a poco de llegar, que en cuanto lo hiciera, quería saludar a mis papás. Llegó a la casa y no lo recibí de muy buen modo. Un beso frío fue lo que se ganó poralgoquenosequefuequemehizo.
Mi casa era gigante, tenía las paredes blancas y los marcos de las ventanas y puertas eran de madera. Entrabas y el aroma del pino te hacía sumergirte en un bosque al cerrar los ojos.
Memo saludó a mis papás y subí a mi recámara a relamirme por última vez antes de salir.
Mi vestido era corto, negro, con plumas negras de la cadera para abajo. No tenía mangas, raro en mi cuando lo que más odio en el mundo es la ropa que deje al descubierto mis brazos de pozolera.
Bajé, nos despedimos y me abrió amablemente la puerta del auto. Cuando menos me di cuenta ya estábamos en una fiesta muy coqueta. A pesar de su unoochentaytres de estatura, Memo me iba sujetando fuertemente del brazo, como si supiera que algo malo le estaba esperando. Sentía que me pedía protección.
Aún así estaba muy molesta pero no quería hacer ningún drama enfrente de todos. Subió, recogió su premio, agradeció a todos y terminando todo decidimos pasar al
after party, eso tal vez nos ayudaría para entrar en ambiente y dejar de estar molestos para, ahora sí, aclarar todo.
Raro en él, vestía un pantalón de mezclilla y una camiseta de la selección nacional. Verde. Me acuerdo muy bien.
No sé cómo pasó, pero en la reunión habían muchas caras conocidas. La familia de mi papá estaba con nosotros. Mis tías pasaban a un lado mío y chuleaban tanto a Memo que de pronto sentí la necesidad de salir de ahi.
Voy al sanitario, me dijo. Prepárate porque en un momento nos vamos.Sólo pensé en que sus palabras me habrían alentado porque no quería estar más ahí, sentía como si me estuvieran presionando fuertemente el cuello.
Regresó del baño corriendo, pálido. Me abrazó muy fuerte y me dijo que teníamos que salir corriendo de ahí, que lo habían atacado y que huyó antes de que
ellos le pudieran hacer algo.
¡Por favor, vámonos, necesito sacarte de aqui!Para ese entonces ya no traía puesto mi vestido de plumas negras. Mi atuendo consistía en un pantalón ajustado de mezclilla, una bata blanca con mangas largas y mis tradicionales botas cafés.
Tomó mi mano y no dudé seguirlo. Salimos despavoridos ante las miradas de la gente. Trataban de detenernos pero con sus grandes manos apartaba a todos de nuestro camino.
Llegamos a la parte alta de un edificio. ¿Cómo? No sé. Juntos bajábamos corriendo y saltando los escalones hasta que al llegar al primer piso, nos dividió una malla de metal. Seguimos huyendo en la misma dirección hasta que al terminar la malla nos juntamos otra vez.
La gente que estaba cerca de nosotros sólo nos miraba y se preguntaban qué pasaba con nosotros. Vi los rostros de mis padres llorando, de mi hermano gritándome que me detuviera y de Memo diciéndome que siguiera corriendo para que no nos alcanzaran nunca.
A nuestros pies encontramos un callejón con paredes altas, tanto que llegaban hasta el cielo. Me miró a los ojos y me dijo que no tuviera miedo, que siguiera con él y no me pasaría nada.
Nos sumergimos en aquella calleja larga y eterna... Cuando salimos el centro de la ciudad nos esperaba.
Memo sólo me gritaba que corriera, que
ellos estaban cerca de nosotros y que si no lo hacía nos alcanzarían y nos matarían.
Y sí. Apenas llegamos a la plancha del Zócalo cuando al pie del asta bandera me dio un beso y sólo sentí helados sus labios. Me dijo que no tuviera miedo, que ya había acabado todo y lo último que recuerdo era mi cuerpo tirado encima del suyo luego de escuchar dos disparos, supongo que uno fue directo a mí y el otro a él.
Los dos morimos. Luego de tremenda corretiza
ellos nos alcanzaron y dieron al traste con nosotros. Con Memo y conmigo.
Nunca me había despertado con un sueño concluido. Por lo general, cuando me duermo y tengo sueños, estos siempre terminan a la mitad.
A mi ni me gusta Memo aunque no le hubiera dicho que no si me decía que corriera junto a él.
Quiero pensar que mi imaginación se disparó luego de cubrir toda la semana el caso de Salvador Cabañas y no escuchar otra cosa más que partes médicos, balas, recuperaciones, huídas, inseguridad...
Supongo que por eso Memo y yo corrimos...