viernes, 5 de febrero de 2010

¿Y si tuviera disquera?


Ya tiene rato que dejé de dedicarme a la música.


Todo el rollo comenzó con una casualidad, como la mayoría de las cosas buenas que me han sucedido hasta ahora.


Aquella vez Daniel me llevó a festejar mi cumpleaños a un hoyo funky de esos que tanto me gustan. Nunca he sido de antros con dance, electrónica, house... No. Prefiero el rock en vivo.


Minín nos acompañó. Creo que era la primera vez que festejaba mi diablo fuera de casa. Siempre prefería quedarme en mi casa para escuchar sonar el teléfono y saber que era para mí.


El lugar al que me llevaron estaba cerrado así que fuimos a un billar que también estaba cerrado y caímos en otro en donde tocaba Audiofilia.


De ahi comencé a hacerme aficionada (más) a las tabernas. Paco supo de mi pasión por la música y las nuevas ondas y me invitó a participar en un proyecto de management.


Tenía mi programita en internet, invitaba a grupos de rock y fue ahi también donde conocí a los Cohete.

Algunas cosillas de management, nada profesional pero me gustaba lo que hacía, la manera en que alguna vez, en un toquín en Querétaro, tres chavitos se desvivían por los músicos.


Paco instó a que siguiera con él y me di cuenta lo difícil que es para todas esas bandas salir avantes en un mundo en el que la comercialización y lo plástico vende más que el talento. Ahi también me percaté que lo que me pasa a mí en mi trabajo les pasa a todos en el suyo.


Seguimos con el trabajo, ahora con Filtro Medusa, fenomenal banda de Panamá, con María Fatal de los Ángeles, algo así como Pastilla. Cienfue fue lo último que Paco y yo hicimos juntos y ahora está en el cartel del Vive Latino 2010. Orgullosamente contribuí, aunque sea mínimo, para que se tocara en México.


Había antes escuchado a Disidente. Los conocí con "Hasta siempre" una canción bélica con letra confusa que me dejó más idiota de lo que ya estaba por la música.


No tenía mucho de haberme regresado de Guadalajara pero fueron ellos los que me dieron la bienvenida en Zapopan, justo en la Calle Dos.


De ahi no me despegué.


Sin duda, creo que el vocal tiene una de las voces (sic) más penetrantes del rock nacional y lamentablemente es poco conocido...


Al menos a mí me gusta... Un talento más desperdiciado...


Tenía guardado este post desde hace tiempo, pero es hasta hoy que se me fue la idea y decidí publicarlo... Sólo por el capricho de poner la rola de fondo...


lunes, 1 de febrero de 2010

Hasta el zócalo con el águila...

Me llamó por teléfono.



Su nombre apareció en la pantalla del celular y no quería contestar. Habíamos tenido una discusión fuerte, al parecer, porque no veía otra razón para no contestarle.



Mamá me pedía que le respondiera. "No sabes si es una emergencia. Contéstale."



Necesito que me acompañes a una fiesta. Es muy importante para mí que vayas conmigo. Te prometo que después de eso hablamos y dejamos todo en claro. Algo así me dijo.



Iré a la fiesta, total, ya después de eso se acaba, seguramente se acaba.



Marcó de nuevo al móvil y me dijo que estaba a poco de llegar, que en cuanto lo hiciera, quería saludar a mis papás. Llegó a la casa y no lo recibí de muy buen modo. Un beso frío fue lo que se ganó poralgoquenosequefuequemehizo.



Mi casa era gigante, tenía las paredes blancas y los marcos de las ventanas y puertas eran de madera. Entrabas y el aroma del pino te hacía sumergirte en un bosque al cerrar los ojos.



Memo saludó a mis papás y subí a mi recámara a relamirme por última vez antes de salir.



Mi vestido era corto, negro, con plumas negras de la cadera para abajo. No tenía mangas, raro en mi cuando lo que más odio en el mundo es la ropa que deje al descubierto mis brazos de pozolera.



Bajé, nos despedimos y me abrió amablemente la puerta del auto. Cuando menos me di cuenta ya estábamos en una fiesta muy coqueta. A pesar de su unoochentaytres de estatura, Memo me iba sujetando fuertemente del brazo, como si supiera que algo malo le estaba esperando. Sentía que me pedía protección.


Aún así estaba muy molesta pero no quería hacer ningún drama enfrente de todos. Subió, recogió su premio, agradeció a todos y terminando todo decidimos pasar al after party, eso tal vez nos ayudaría para entrar en ambiente y dejar de estar molestos para, ahora sí, aclarar todo.


Raro en él, vestía un pantalón de mezclilla y una camiseta de la selección nacional. Verde. Me acuerdo muy bien.


No sé cómo pasó, pero en la reunión habían muchas caras conocidas. La familia de mi papá estaba con nosotros. Mis tías pasaban a un lado mío y chuleaban tanto a Memo que de pronto sentí la necesidad de salir de ahi.


Voy al sanitario, me dijo. Prepárate porque en un momento nos vamos.


Sólo pensé en que sus palabras me habrían alentado porque no quería estar más ahí, sentía como si me estuvieran presionando fuertemente el cuello.


Regresó del baño corriendo, pálido. Me abrazó muy fuerte y me dijo que teníamos que salir corriendo de ahí, que lo habían atacado y que huyó antes de que ellos le pudieran hacer algo.


¡Por favor, vámonos, necesito sacarte de aqui!


Para ese entonces ya no traía puesto mi vestido de plumas negras. Mi atuendo consistía en un pantalón ajustado de mezclilla, una bata blanca con mangas largas y mis tradicionales botas cafés.


Tomó mi mano y no dudé seguirlo. Salimos despavoridos ante las miradas de la gente. Trataban de detenernos pero con sus grandes manos apartaba a todos de nuestro camino.


Llegamos a la parte alta de un edificio. ¿Cómo? No sé. Juntos bajábamos corriendo y saltando los escalones hasta que al llegar al primer piso, nos dividió una malla de metal. Seguimos huyendo en la misma dirección hasta que al terminar la malla nos juntamos otra vez.


La gente que estaba cerca de nosotros sólo nos miraba y se preguntaban qué pasaba con nosotros. Vi los rostros de mis padres llorando, de mi hermano gritándome que me detuviera y de Memo diciéndome que siguiera corriendo para que no nos alcanzaran nunca.


A nuestros pies encontramos un callejón con paredes altas, tanto que llegaban hasta el cielo. Me miró a los ojos y me dijo que no tuviera miedo, que siguiera con él y no me pasaría nada.

Nos sumergimos en aquella calleja larga y eterna... Cuando salimos el centro de la ciudad nos esperaba.


Memo sólo me gritaba que corriera, que ellos estaban cerca de nosotros y que si no lo hacía nos alcanzarían y nos matarían.


Y sí. Apenas llegamos a la plancha del Zócalo cuando al pie del asta bandera me dio un beso y sólo sentí helados sus labios. Me dijo que no tuviera miedo, que ya había acabado todo y lo último que recuerdo era mi cuerpo tirado encima del suyo luego de escuchar dos disparos, supongo que uno fue directo a mí y el otro a él.


Los dos morimos. Luego de tremenda corretiza ellos nos alcanzaron y dieron al traste con nosotros. Con Memo y conmigo.


Nunca me había despertado con un sueño concluido. Por lo general, cuando me duermo y tengo sueños, estos siempre terminan a la mitad.


A mi ni me gusta Memo aunque no le hubiera dicho que no si me decía que corriera junto a él.


Quiero pensar que mi imaginación se disparó luego de cubrir toda la semana el caso de Salvador Cabañas y no escuchar otra cosa más que partes médicos, balas, recuperaciones, huídas, inseguridad...


Supongo que por eso Memo y yo corrimos...