domingo, 21 de noviembre de 2010

Por eso digo "Te quiero" todos los días...


"¿Cómo puedes hacer eso?" me preguntaba Martín. "¿Cómo puedes decirle a medio mundo que lo quieres todos los días?" insistía.

"Muy fácil, Martín. Digo 'te quiero mucho' y ya". Le contesté.

Dice que en Lyon, de donde proviene, las cosas no son tan calurosas como yo las hago parecer acá "en tu México".

Mi gente es cálida, lo admito. Pero de un tiempo para acá las cosas no están para andar confiando en todo el mundo, para aceptar una sonrisa de algún extraño con el que nos crucemos en la calle o para dar ayuda a alguien que, estando en apuros, lo necesite.

Siempre he dicho que la gente no está preparada de pronto para recibir amor. Tanta tragedia que le rodea seguramente le ha hecho duro, poco receptivo.

Yo siempre digo "te quiero", Martín.

Lo digo con frecuencia porque no tengo un minuto de ésta vida ganado. Lo digo a diario porque me nace decirlo, porque siento esa necesidad de hacérselo saber a la gente que me rodea, porque no sé si el siguiente segundo estaré viva para contarlo.

Recién se lo dije a Hugo: "¿Sabes? Tengo la necesidad de decirte lo mucho que te quiero. No sé, de repente quise decírtelo, quise que lo escucharas de nueva cuenta aunque ya de sobra lo sepas. Tengo un presentimiento muy fuerte. Creo que debo decírtelo más veces al día, a la semana. Creo que me va a pasar algo y no quiero que eso suceda sin antes hacerte saber lo importante que eres para mi".

Hugo sólo me contestó que dejara de decir tonterías porque sino me soltaría un par de nalgadas para que estuviera tranquila. Dejando aflorar sus instintos sexuales hacía mi pero dándole un toque parsimonioso para que ya no pensara en que me iba a suceder algo.

Y sí. Justo un día después de que se lo dije, sucedió. Cuando vi cruzar la calle a aquel tipo encapuchado, con chamarra azul brillante, no pensé que lo hacía con el fin de atacarme. Al jalarme el brazo izquierdo con mucha fuerza y mostrarme un cuchillo que segundos después presionaría contra mis costillas, comprendí muchas cosas.

Le grité con todas mis fuerzas que no me hiciera nada, le lancé la bolsa de mano en donde traía mi cartera, mi celular. Sólo suplicaba porque me dejara ir. Yo no le hice nada ¿porqué habría de hacerme algo él a mi?

No me hizo caso. Al principio mis sollozos no fueron suficientes para que me soltara, al contrario, provoqué que enterrara un poco más en mis costillas su arma. Cuando colocó su brazo derecho alrededor de mi cuello y comenzó a jalarme pensé solamente en que ya no tenía escapatoria y lograría su cometido. Aún así seguí gritando eufórica hasta que se cansó, me aventó contra una pared, me dio una patada en el estómago y me dijo que me calmara, que me había confundido con una "amiga de su trabajo".

Reponiéndome como pude, corrí hacia el metro para llegar a mi trabajo. Nadie me ayudó, nadie se acercó en mi trayecto por el metro para preguntarme si estaba bien. Justo en el vagón, entre llantos de niña desprotegida, entre temblor de mujer victimada, recordé que fue a mi papá, a La Malquerida, a mi hermano y a mis perros, fueron los últimos que me escucharon decir "te quiero".

Pero no sólo fueron ellos a los que les dije "te quiero" ese día. Lo recuerdo muy bien. Lo escucharon Rocío, Yemille, Albie, Hugo, Juan Arturo, Valeria, Adriana. Lo escucharon también Alan, Julio, Paco, Martín, Amaury, Evelyn, Andrea, "El Pelos".

De haber sido mi último día en la faz de la tierra ellos hubieran sido los últimos en escuchar de mi un "te quiero".

No puedo quitarme de encima todavía ese miedo de andar caminando por la calle sola, aún teniendo al astro rey como compañero. Recién llegué a casa y fue inevitable encerrarme en mi recámara, meterme debajo de mil cobijas, abrazar a ese perro de peluche que me hace compañía simulando ser mi mamá, mi papá, mi hermano, mis perros, mi pescado.

Desperté ésta madrugada con un mensaje de mi Chiquitita diciéndome que la mamá de su novio había fallecido después de mucho batallar con el maldito cáncer que le ha comido poco a poco su cuerpo. La vida no la tenemos comparada y no es por eso que diga "te quiero" todos los días, no es únicamente por que no tenga el próximo segundo de mi vida asegurado, es simplemente porque me nace y porque, si me pasa algo, esa será la última oración que me habrán escuchado decir, escribir.

Por eso, Martín, mi querido francés, por eso digo "te quiero" todos los días.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Yo soy Benito.



Este es mi nombre. Creo que tengo siete años. Cuando me llevaron al veterinario mis actuales dueños esa fue la edad que me calcularon al ver que mis colmillos ya estaban débiles, es más, hasta uno de ellos ya se me había caído.

Hoy me siento mal, me siento más débil que nunca aunque tengo muchas ganas de vivir, de seguir saltando pero ya no es lo mismo que cuando llegué a casa.

Ahi les va mi historia.


Vivía en casa de Alma, una amiga que Laura, una de mis dueñas, conoció en la Universidad. Lau me ha platicado que su mamá le dijo alguna vez que quería un perrito chihuahueño. Aclaro: yo soy chihuahueño pero también soy el resultado de una cruza entre ese tipo de can y un fox terrier ratonero. La verdad es que siempre me dicen que estoy muy guapo y que soy muy tierno aunque eso no quiere decir que me deje manosear por cualquiera que se me acerque. Elijo bien con quien sí y con quien no. Es simple, a quien no quiera... ¡zaz! le suelto tremendo susto fintándolo con que lo voy a morder y ya con eso me los quito de encima.


En fin. Alma le contó a Lauris que me tenía en su casa y que quería regalarme con ella. Resulta que ella aceptó, me llevó a casa y a partir de ese día fui el perro más feliz del universo. Recuerdo que llegaron Lau y Bruno y se abrieron paso entre gallinas y conejos, osh, me hacían la vida imposible porque yo tenía tantas ganas de jugar con ellos, de corretearlos, pero iban de chillones diciendo que yo me los quería comer.


Al principio, la mamá de Laura era muy rejega conmigo, se portó mala onda. Su recepción fue un baño con agua muy fría y sus letanías de que ella "no quería a un perro como éste. Te pedí claramente un chihuahueño". Ahora soy su adoración. Me la supe ganar.


Puedo decirles que entiendo cada una de las palabras que me dicen y ellos lo saben. Cuando recién llegué pensaban que era mudo... ¡Háganme el favor! Yo no emitía ningún ladrido porque aún no me sentía en confianza para hacerlo, hasta que una noche, exactamente dos meses después de que me trajeron a esta casa, a las dos de la mañana, escuché unos ruidos extraños en la parte frontal y me puse a ladrar como loco.


Mis dueños bajaron corriendo, prendieron las luces y comprobaron que lo que escucharon no había sido una broma. Fue como un bebé diciendo por vez primera "papá" o "mamá".


Me veían desaforados y me decían: "¡otra vez, Benito, otra vez!". Yo sólo atinaba a verlos con cara de "no mamen, tampoco soy su payaso".


Desde ese día, hasta hoy que ya no tengo tanta fuerza, no he dejado de ladrar.


La malquerida fue la que me bautizó como Benito. "Pos ya qué", pensé. No puedo decirle que no ¿verdad? Al principio creí que si me gritaban por el nombre de "Benito" y yo no atendía, entonces tendrían qué cambiármelo por otro, pero también pensé: "¿Qué tal que me ponen Bruno como al hermano de Laura? No, mejor me quedo así".

Antes sufría ataques epilépticos. Me ponía muy mal pero siempre ha habido alguien al pendiente de mi, siempre hay alguien que se da cuenta de que me pongo mal y cuando eso me pasa sólo recuerdo que me retuerzo y que cualquiera de mis dueños se ponen a sobarme la pancita y a limpiarme si es que arrojo algún líquido. Me gusta mucho el pollo (como a Hugo, el amigo de Laura) y también las croquetas para cachorro. Son más suaves. Sé que estoy grande pero ellos me da de esas para que no me cueste tanto trabajo masticarlas.

Desde que me tienen a mí y también a Babo, mi hermano menor, han hecho conciencia de lo que significa tener una mascota en casa. Laura, por ejemplo, apoya a la difusión de grupos para la adopción de animales, no sólo perros sino también gatos y hasta burros. La malquerida, por su parte, apadrina a dos amiguitos que fueron torturados de maneras insospechadas por putitos que se hacen llamar humanos. Perdón por el francés, pero es lo menos que se merecen como descripción.

Me siento orgulloso de mis dueños. Mi abuelo, el papá de Lau, me compone canciones teniendo como melodía el tono de su celular; me dice "amigo", "mosho", cualquier adjetivo que me diga siempre es con cariño. Sale con su bicicleta a comprar mi carne. Mi abuela limpia mi popis y me da de comer todos los días; me habla como si fuera su bebé, con un tono chillón pero que a final de cuentas me hace sentir querido. A Bruno lo espero siempre a la salida del baño porque me gusta estar con él, me gusta que me diga "abuelo" porque me hace sentir especial, con jerarquía jeje.

A Lau... La extraño. Los últimos días que estuvo aqui fueron complicados para mí. Pese a que le gruñía a cada rato, me daba mucho gusto cuando llegaba de trabajar porque siempre me dejaba husmear en su bolsa. Nos traía a Babo y a mi un poco de pan y a cambio de eso dejábamos que nos acariciara la panza un poco.

Ahora viene de vez en cuando pero la última vez que la vi fue especial. Quise estar con ella todo el tiempo como agradecimiento de haberme traído a una casa en la que siempre fui tratado de manera formidable. Me llevó al veterinario, me dio besitos en la cabeza, me cargaba con mucho cuidado para no lastimarme, me dejó quedarme dormido entre sus piernas aunque la incomodara al dormir.


Creo que es la que más va a sufrir si parto en estos días. El sábado, al ver sus lagrimitas, recordé las veces en las que lloraba por algún patanazo y yo llegaba a lamerle las mejillas para que ya no chillara más. Ahora sus lágrimas eran por mi causa y eso me ha dado fuerza para seguir adelante, por ella, por mi hermano, por mis abuelos y por Bruno. Me ha dado fuerza para seguir adelante por mi, pero si no puedo, si la fuerza ya no me da para seguir sosteniéndome en cuatro patas, quiero agradecerles la vida que me han dado.


Nunca podré pagar tanto amor...
¡Gracias, totales! (Lo que me dejó escuchar tanto a Soda Stereo con Lau).






jueves, 2 de septiembre de 2010

Emilia solitaria. Emilia confundida.


-Entonces... ¿Por qué llorás?



-Fácil. Se me metió en las entrañas. O tal vez lo único que estoy buscando es que alguien me quiera, de la manera que sea.



*****



Era miércoles de terapia familiar, aunque de a poco las sesiones se fueron enfocando a Emilia y sus problemas de inseguridad.



Fabiola, la doctora que trataba los asuntos relacionados con la madre de Emilia, sabía que algo pasaba con ella así que decidió de pronto matar dos pájaros de un tiro.



-A ver, pues. Platicáme. ¿Por qué vos traes puestos esos lentes?

-Porque me ardían un poco los ojos, entonces me los puse para que no me entrara polvo y evitar que se irritaran más.

-Y ¿Por qué te arden?

-Porque lloré.

-¿Por qué?

-Porque no me quiere. Bueno, sí, pero no.

-Explicáte, por Dios.

-Pues dice que nomás puede ser mi amigo. Ya sabés. Teme que si tenemos algo podamos dañar la amistad y bla, bla, bla.



Emilia conocía de sobra el discursito. En esta ocasión le había dolido más que la última vez, hace ya casi cuatro años. Según recuerda, las dos relaciones anteriores habían sido con dos personas que, casi de la misma manera, le vieron la cara de pendeja.



-Lo que pasa es que tenía un ratito que no me sucedía. No me había interesado nadie hasta que él se apareció. Así, de la nada. ¿Sabés? Siempre me habían dicho que dejara de buscar el amor (sentimiento que, por cierto, creo que realmente es algo más químico que emocional). Me decían que se aparecería cuando menos lo esperara. Y así salió, de la nada.

-¿Y luego?

-Pues así nomás ¿qué más querés que te diga? Salimos en varias ocasiones, soltamos algunos besos y ya. Comenzamos por lo más práctico, supongo yo que siempre termino haciendo lo más difícil y en lo fácil es en lo que me atoro. La cagada está en que no soy de las que tiene onditas sin involucrar sentimientos ¿Me entendés? Después del contacto físico (mínimo, por cierto) comenzamos a preguntarnos cosas más personales. Vos sabés que cuando comenzás a charlar de eso y te gusta, ya perdiste. Eso me pasó.

-¿Vos sentiste que te involucraste de más?

-¡Él me involucró! Ya lo dijo Gustavo Cerati en aquella gira de despedida de Soda Stereo: "La culpa la tiene ella. Ella." Aunque en este caso los roles cambian. La culpa la tiene él.



Emilia siempre supo que esa "relación" no iba para ningún lado. Y si tenía algún rumbo ese era más por el plano físico que el emocional.



-Siempre me ha dicho que le gusto, viteh. Me hace sentir bien cuando me lo dice.

-Yo creo que lo que vos estás haciendo es tapar el sol con un dedo. ¡Te quiere tirar y ya, porqué es tan difícil de que lo entendás!

-Y no. Lo que siento es que le da terror involucrarse de más y cometer alguna boludez conmigo. No lo culpo, la verdad es que siempre he tenido ese pedo: cuando se dan cuenta que además de hermosa soy inteligente se quedan bloqueados. Le corren. Y eso, a mí, me da mucha bronca.

-Yo digo que tu inteligencia da para más. ¿De qué te sirve decir y alardear tanto en que vos sos inteligente cuando terminás con el primero que te dice que sos re linda sabiendo que lo único que quiere es tronarte y ya?

-Supongo que no me sirve de nada. Pero bueno, es caso cerrado. Se supone que tendríamos qué hablar de mi vieja ¿no? Entonces hablemos de ella.

-Sólo puedo decirte que tenés que creértela. Sos demasiado lista pero faltá que te des cuenta que merecés mucho más. No tenés porqué conformarte con alguien que por lo que me contás, no tiene para vos lo que estás buscando: amor.



Emilia se cansó de escuchar la misma letanía: "¿Qué te gustá de ese boludo? ¿Qué te dio para traerte tan pendeja? ¡Merecés otra cosa, mirá para arriba!"...



Hizo caso omiso a los comentarios y después de un par de meses decidió verlo otra vez. Parecía que de nueva cuenta los juegos con los que empezaron a conocerse, regresaban.



-Fue la carga de trabajo la que no me daba tiempo para verte, no me alejé por otra cosa.

-Pará, eso ya me lo explicaste y he entendido. ¿Sabés? Este saco no me cierra. Y ya he bajado de peso.

-Yo sé porqué no cierra...

-Ya te dije que pares, viteh. Insisto en que habrá que reducir ciertas partes de mi cuerpo para sentirme mejor. Mi vieja me ha dicho que las cirugías de reducción son menos peligrosas que en las que te inyectan la silicona.

-Mal. Mal. Mal. Debo visitarte pronto antes de que eso pase.

-Y te he dicho que cuando vos quieras...



Corroboró lo evidente. Sólo faltaba mayor claridad en su mente. Apenas una amiga le decía que lo más fácil en este mundo era conseguir sexo. Y sí. Después de una plática por el mensajero, Emilia confirmó que lo único que él quería era "tronarle los huesos". Sin ningún compromiso, por supuesto.



"Y ahora me siento justo como el grande de Cerati. Entono "Ella usó mi cabeza como un revólver"... Aqui estoy. Echada en mi cama, mirando al techo, analizando la letra. Ambigua como es la melodía, golpea crudamente mi imaginación. De pronto me sentí como él, como Gustavo, un objeto que en esa canción llegó a extremos insospechados. 'Después de un baño cerebral, estaba listo para ser amado'... Y sí. Pasará el tiempo y pensaré, de pronto, que el vacío es un lugar normal..."



Emilia decidida. Emilia solitaria. Emilia ansiosa. Emilia, tan boluda.



lunes, 30 de agosto de 2010

A 29 años de los huacales.


No me vino a la mente así como así.


La idea de los huacales lijados y encerados para usarse como librero no es una de esas ilustraciones hippies que de pronto se meten en mi cabeza.


Mamá y papá no hablaban nunca de cómo se conocieron. Trataban de evitar a toda costa el tema, sobre todo mamá. Cada que le cuestionaba cómo fue que se hizo novia de papá me sacaba la vuelta. "¿Para qué quieres que te platique eso?", me preguntaba. "Nomás pa' saber. ¿Pos qué?", contestaba esperando una respuesta que se hacía cada vez más eterna.


Alguna vez, desnudando los secretos que se guardan profundamente en el corazón, mamá y papá comenzaron a platicar su historia, una historia que yo me había imaginado y que resultó ser diferente a lo que siempre pensé me llegarían a relatar.


Conceptos como perfección estaban siempre asociados en mi mente como parte fundamental de su relación. Error. Cuando me enteré que el abuelo catalán no quería a mi papá porque pensaba que su hija se merecía algo mejor fue entonces que dejé de verlo como el mejor padre que mi mamá hubiera podido tener.


Papá estaba convencido de querer a mamá por sobre todas las cosas. No le importó echarse encima al abuelo, él siempre ha sido de los que quiere algo mejor y al elegir a mamá no se equivocó. "En caliente ¿si o no, gorda?", le dice a su parejita cuando ya sin tapujos relatan lo sucedido hace ya 29 años.


"Lo único que hice fue tomar a tu mamá, preguntarle si se quería casar conmigo y cuando me dijo que sí, no hubo más", cuenta papá que sin temor a juicios enjuga sus ojitos para que las lágrimas no broten de la emoción. Así es él, transparente como yo.


Se casaron en una ceremonia que lejos estaba de la pomposa fiesta que yo pensaba. A diferencia del vestido blanco con crinolinas que yo tenía en la mente desde pequeña, mamá usó un modelo recatado, blancuzco, cubierta hasta el cuello. Las fotos no mienten. Su sonrisa lo decía todo: estaba contenta, feliz de que su príncipe gris hubiese llegado a su vida.


Según cuenta ella, su familia sólo asistió para ser testigo del enlace. No más. La abuela paterna fue quien acompañó a mamá en aquella fiesta que también añoró diferente.


Pese al abuelo, a la economía, a la afición por distintos equipos (eso también pesa, cómo no), a la familia... 29 años después pueden seguir contando su historia sin que nada les pase de largo.


Sonaré cursi, pero de a poco me han enseñado que buscar tanto el amor me ha llevado por el camino contrario. "Fácil es buscar. Fácil no encontrar"... Ella sabe a qué me refiero...


No tenían nada. Entre carpetitas para adornar los libreros que formaban los huacales y la modesta habitación costeada por papá, entre las luchas internas establecidas por ambas familias, entre los gallos y gallinas que correteaban en el patio...


Esos huacales, ahora, forman parte de mi enseñanza a vivir la vida, esa que desde hace 29 años decidieron vivir juntos...


No tenían nada más que huacales... Idea que de herencia han dejado a ésta que ahora pretende vivir su vida en una modesta habitación, tal y como lo decidieron ellos hace 29 años.

lunes, 23 de agosto de 2010

Amor en tiempos de huelga...


Ojos almendrados, cabellera larga y espesa, porte desenfadado, limpio. Pese a su aspecto juvenil despreocupado en el vestir, siempre olió bien.



Lo recuerdo más con aquella playera negra que le llegaba hasta las rodillas y que traía una calaverita multicolor con la palabra "Guanajuato" bordada a mitad del pecho.



Era mi hippie favorito.



Cuando entré a la preparatoria, Alejandro fue el primero que me llamó la atención y al que, por supuesto, jamás le gusté. Hasta donde sé, jamás fue así.



Con dentadura que aparentaba aún ser de leche, siempre tuvo una sonrisa blanca para mí. Nos conocimos echando una reta de básquetbol en las canchas que estaban en la parte trasera del estacionamiento de la escuela.



Tiempo siguiente me dio tips para no ser presa de las novatadas clásicas a los de primer ingreso en la UNAM. Compartíamos de vez en cuando algunas impresiones de Nietzsche (al que sigo considerando contradictorio en muchos de sus argumentos), intercambiábamos puntos de vista sobre la revolución, el movimiento estudiantil de 1968 ("clásica conversación entre estudiantes de escuelas públicas", dirán algunos) y pasajes de la vida de Monsiváis.



Debo admitir que nunca fueron conversaciones polémicas como las que a ambos siempre nos gustaron, pero nos divertíamos teniéndolas.



"Quiero estudiar filosofía", me contaba. No sé por qué nunca fue algo que me sorprendiera. Tal vez por ese tonto prejuicio que tenemos los seres humanos de calificar a las personas por su aspecto físico o su manera de vestir. Aunque sí, le atiné.



Hablábamos poco. Mi temblor en las rodillas, mismo que sólo se presenta cuando alguien verdaderamente me trae babeando las aceras, no me dejaba controlar el impulso de quererme lanzar a sus brazos así que procuraba tener el menor contacto posible y sólo verlo de lejos. Tonta.



Era 1999. El año de la huelga nos tenía descontrolados a todos. Elda y yo procurábamos estar al tanto de lo que pasaba con los asuntos políticos que inmiscuían a nuestra Universidad así que decidimos integrarnos al Consejo General de Huelga para conocer desde adentro todas las causas por las que nuestros compañeros universitarios luchaban intensamente (y algunas veces, debo también decirlo, sin justificación alguna).



De sobra está mencionarlo, pero en cada una de las marchas que se organizaban, Elda y yo estábamos presentes. Ahi conocimos a Miguel, de medidas exactas para nuestra pequeña corpulencia. Alto, moreno, estilizado, de rizos azabaches y sonrisa tremendamente perfecta. Vestía como guerrillero: pantalón y botas militares, chaqueta verde botella y playeras negras con leyendas o imágenes políticas.



A ella le gustaba más que a mi. Yo sólo tenía ojos para Alejandro.



Él también estaba metido en el movimiento así que el contacto era más frecuente que el de antes, aunque seguía con esa vergüenza que hasta la fecha me caracteriza. Prefería verlo de lejos, siempre.



Diez de marzo de 1999. Un mes antes de que estallara la huelga en la Universidad, comenzaron a organizarse subastas de besos. Una tontería que a muchos nos relajaba, por lo menos un par de horas.



Aquella vez, habían pasado especies de todos tipos. Altos, bajos, delgados, gordos, morenos, apiñonados. En ese mismo orden, todos (y todas, aunque la euforia femenina por la renta de hombres era más que la demanda de hombres por mujeres) se fueron con su premio.



"Un beso y todo un día de esclavitud, en beneficio, obviamente, del comprador (a)". ¡Vaya calamidad! Las autoridades de la escuela permitieron que se llevaran a cabo estas clandestinas maneras de comercializar gente siempre y cuando "no saliéramos a hacer disturbios a las calles aledañas a la escuela".



En esa primera subasta yo no podía estar en otro lugar sino en tercera fila, siempre pendiente de todo pero pasando desapercibida, tal y como me gusta, sin robar cámara más que cuando así sea necesario. Los reflectores para quienes los necesitan, yo no.



Habían pasado jóvenes guapos, los más cotizados de la preparatoria, justo para que la moneda no se agotara en chucherías que se vendían durante el evento. De pronto, cayó en un letargo y los rayos del sol estaban pesando sobre las cabezas de la muchachada que se dio cita en el lagartijero, llamado así porque era la única zona de la escuela en la que pegaba el sol.



De pronto, entre el aburrimiento y mi ensoñación, se escucharon gritos de chamacas eufóricas. Volteé para todos lados, tratando de descifrar el por qué de la gritadera. Y sí, Alejandro era el centro de las miradas. Pocas veces lo había observado de esa manera: apenado, con las mejillas enrojecidas, con la mirada perdida. Eso sí, la dentadura blancuzca a todo lo que daba.



Era el más atractivo de los huelguistas. Al menos para mí y para la bola de mujeres que gritaban como desquiciadas así lo era. Lo es.



"¡Comenzamos con diez pesos!" aseveró el subastador.



"¡Veinte!" Se escuchó por allá.



"¡Cincuenta!" ¡Huevos! -pensé- ¡Esa gorda lo besará y yo no!



"¡Cincuenta a la una! ¡Cincuenta a las dos! ¡Cincuenta a las...



"¡Setenta!" justo detrás de mí salió esa oferta.



En cuanto giré la cabeza, me di cuenta que Elda, Cristina, Elizabeth y Viridiana juntaban sus moneditas de la semana para intercambiarlas por un beso y un día de esclavitud... para mí...



Sin que me hicieran caso, sin que oyeran cuando les decía que no podía comprarlo porque lo conocía, porque le hablaba, porque me gustaba... me lo regalaron.



"¡Setenta a la una! ¡Setenta a las dos! ¡Setenta a las tres! ¡Vendido a las de la morralla!" gritó el vendedor.



¡Dios santo! ¡Es para mí! ¡Huevos, huevos, huevos! ¡No puedo levantarme para hacer tal ridículo enfrente de todos! ¿Cómo voy a justificar mi accionar luego de indicar que era demasiado bajo pagar para que alguien te besara?



Aún así tuve las agallas de levantarme y de plantarme frente a él. Cuando se dio cuenta que era yo, sólo esbozó una sonrisa de agradecimiento por salvarlo de ser besado por aquella chica pasada de flautas.



Puede que esos diez segundos hayan sido escasos para algunos, irrelevantes para otros.



A mi me dejaron una huella que hasta la fecha mantengo con recelo en mi corazón. Alejandro fue uno de esos amores imposibles que te dejan marcado.



Justo el viernes, entre mi poca lucidez para darme cuenta que a quien quiero no me quiere (otra vez) envié un mensaje para que alguien me sacara de ese hoyo en el que ando metida desde hace medio año.



-Necesito una chelita. ¿Tienes algo para hoy?

-Eje Central Lázaro Cárdenas...

-Ubícame por estaciones del metro. Estoy en Barranca del Muerto.

-Metro Obrera. Me llamas.

-¿Me darás asilo? En media hora salgo para allá.



Alejandro, de nueva cuenta, sacándome de mi letargo. Once años después...

lunes, 16 de agosto de 2010

Ya estoy en casa.

Pensé que la despedida iba a ser catastrófica.


Lo menos que creí era que me iba a encerrar en mi recámara y que no saldría de ahi para jamás separarme de mis papás, de mi hermanito, de mis perros.


No puedo decir que no se me salieron unas lagrimillas, la verdad es que no me pude aguantar. Todo fue tan rápido que no me di ni cuenta de cómo pasó.


Ya lo dijo alguien por ahi, es hora de continuar, de dejar atrás las inseguridades, es momento de que la vida me sonría y tal parece que esta es la señal de que así será.


Por lo pronto debo decirle adiós a mi manera pesimista de ver la vida, a mi actitud respondona y altanera a todo. Debo decirle hasta nunca a la incomodidad que me causa mi persona, a los miedos que no me han dejado avanzar, a la desidia que de unos años para acá me hizo su presa.
Dejé por fin el nido y pensé que me sentiría mal pero estoy a la expectativa de lo que la vida tiene preparado para mí. Lo único que quiero es eso, que me vaya bien.


¡Bienvenido, nuevo año! ¡Estoy aqui para ti!

miércoles, 11 de agosto de 2010

Nuevos bríos...


No pensé que algún día pudiera hacerlo.


La vez que me ofrecieron aquel trabajo en Guadalajara acepté sin pensar en nada. Dejé a mi familia y ese mes que estuve allá fue tan duro como el primer día en el que llegando a la solitaria y fría morada tapatía me vi inmersa en la soledad, tanto que quise de pronto empacar de nuevo y regresar a los brazos de mis papás.


Ahora la historia es distinta.


Estoy llena de miedo, de sentimiento por dejar de nuevo mi casa pero esta vez para siempre.


Es el nuevo comienzo que he estado esperando desde hace ya varios años. La vida me ha dado la oportunidad de iniciar una nueva etapa, de sacudirme la mala onda que ha estado rondando mi vida desde marzo pasado.


Llegó la hora de olvidarme de los traumas que me dejó la secundaria, de las inseguridades que me aquejan desde pequeña. Ya no correré a los brazos de mamita cuando tenga algún problema, no acudiré con papá cada que el dinero se acabe. Ya no veré llegar a mi hermano de trabajar ni sentiré las dulces y calientes lamidas de Benito y Babo.


Atrás quedarán los viejos amores, las decepciones, los malos tragos y el pasado turbio.


Y aunque tenga la recámara pequeña, sé que me irá bien. Presiento que será así...


viernes, 5 de febrero de 2010

¿Y si tuviera disquera?


Ya tiene rato que dejé de dedicarme a la música.


Todo el rollo comenzó con una casualidad, como la mayoría de las cosas buenas que me han sucedido hasta ahora.


Aquella vez Daniel me llevó a festejar mi cumpleaños a un hoyo funky de esos que tanto me gustan. Nunca he sido de antros con dance, electrónica, house... No. Prefiero el rock en vivo.


Minín nos acompañó. Creo que era la primera vez que festejaba mi diablo fuera de casa. Siempre prefería quedarme en mi casa para escuchar sonar el teléfono y saber que era para mí.


El lugar al que me llevaron estaba cerrado así que fuimos a un billar que también estaba cerrado y caímos en otro en donde tocaba Audiofilia.


De ahi comencé a hacerme aficionada (más) a las tabernas. Paco supo de mi pasión por la música y las nuevas ondas y me invitó a participar en un proyecto de management.


Tenía mi programita en internet, invitaba a grupos de rock y fue ahi también donde conocí a los Cohete.

Algunas cosillas de management, nada profesional pero me gustaba lo que hacía, la manera en que alguna vez, en un toquín en Querétaro, tres chavitos se desvivían por los músicos.


Paco instó a que siguiera con él y me di cuenta lo difícil que es para todas esas bandas salir avantes en un mundo en el que la comercialización y lo plástico vende más que el talento. Ahi también me percaté que lo que me pasa a mí en mi trabajo les pasa a todos en el suyo.


Seguimos con el trabajo, ahora con Filtro Medusa, fenomenal banda de Panamá, con María Fatal de los Ángeles, algo así como Pastilla. Cienfue fue lo último que Paco y yo hicimos juntos y ahora está en el cartel del Vive Latino 2010. Orgullosamente contribuí, aunque sea mínimo, para que se tocara en México.


Había antes escuchado a Disidente. Los conocí con "Hasta siempre" una canción bélica con letra confusa que me dejó más idiota de lo que ya estaba por la música.


No tenía mucho de haberme regresado de Guadalajara pero fueron ellos los que me dieron la bienvenida en Zapopan, justo en la Calle Dos.


De ahi no me despegué.


Sin duda, creo que el vocal tiene una de las voces (sic) más penetrantes del rock nacional y lamentablemente es poco conocido...


Al menos a mí me gusta... Un talento más desperdiciado...


Tenía guardado este post desde hace tiempo, pero es hasta hoy que se me fue la idea y decidí publicarlo... Sólo por el capricho de poner la rola de fondo...


lunes, 1 de febrero de 2010

Hasta el zócalo con el águila...

Me llamó por teléfono.



Su nombre apareció en la pantalla del celular y no quería contestar. Habíamos tenido una discusión fuerte, al parecer, porque no veía otra razón para no contestarle.



Mamá me pedía que le respondiera. "No sabes si es una emergencia. Contéstale."



Necesito que me acompañes a una fiesta. Es muy importante para mí que vayas conmigo. Te prometo que después de eso hablamos y dejamos todo en claro. Algo así me dijo.



Iré a la fiesta, total, ya después de eso se acaba, seguramente se acaba.



Marcó de nuevo al móvil y me dijo que estaba a poco de llegar, que en cuanto lo hiciera, quería saludar a mis papás. Llegó a la casa y no lo recibí de muy buen modo. Un beso frío fue lo que se ganó poralgoquenosequefuequemehizo.



Mi casa era gigante, tenía las paredes blancas y los marcos de las ventanas y puertas eran de madera. Entrabas y el aroma del pino te hacía sumergirte en un bosque al cerrar los ojos.



Memo saludó a mis papás y subí a mi recámara a relamirme por última vez antes de salir.



Mi vestido era corto, negro, con plumas negras de la cadera para abajo. No tenía mangas, raro en mi cuando lo que más odio en el mundo es la ropa que deje al descubierto mis brazos de pozolera.



Bajé, nos despedimos y me abrió amablemente la puerta del auto. Cuando menos me di cuenta ya estábamos en una fiesta muy coqueta. A pesar de su unoochentaytres de estatura, Memo me iba sujetando fuertemente del brazo, como si supiera que algo malo le estaba esperando. Sentía que me pedía protección.


Aún así estaba muy molesta pero no quería hacer ningún drama enfrente de todos. Subió, recogió su premio, agradeció a todos y terminando todo decidimos pasar al after party, eso tal vez nos ayudaría para entrar en ambiente y dejar de estar molestos para, ahora sí, aclarar todo.


Raro en él, vestía un pantalón de mezclilla y una camiseta de la selección nacional. Verde. Me acuerdo muy bien.


No sé cómo pasó, pero en la reunión habían muchas caras conocidas. La familia de mi papá estaba con nosotros. Mis tías pasaban a un lado mío y chuleaban tanto a Memo que de pronto sentí la necesidad de salir de ahi.


Voy al sanitario, me dijo. Prepárate porque en un momento nos vamos.


Sólo pensé en que sus palabras me habrían alentado porque no quería estar más ahí, sentía como si me estuvieran presionando fuertemente el cuello.


Regresó del baño corriendo, pálido. Me abrazó muy fuerte y me dijo que teníamos que salir corriendo de ahí, que lo habían atacado y que huyó antes de que ellos le pudieran hacer algo.


¡Por favor, vámonos, necesito sacarte de aqui!


Para ese entonces ya no traía puesto mi vestido de plumas negras. Mi atuendo consistía en un pantalón ajustado de mezclilla, una bata blanca con mangas largas y mis tradicionales botas cafés.


Tomó mi mano y no dudé seguirlo. Salimos despavoridos ante las miradas de la gente. Trataban de detenernos pero con sus grandes manos apartaba a todos de nuestro camino.


Llegamos a la parte alta de un edificio. ¿Cómo? No sé. Juntos bajábamos corriendo y saltando los escalones hasta que al llegar al primer piso, nos dividió una malla de metal. Seguimos huyendo en la misma dirección hasta que al terminar la malla nos juntamos otra vez.


La gente que estaba cerca de nosotros sólo nos miraba y se preguntaban qué pasaba con nosotros. Vi los rostros de mis padres llorando, de mi hermano gritándome que me detuviera y de Memo diciéndome que siguiera corriendo para que no nos alcanzaran nunca.


A nuestros pies encontramos un callejón con paredes altas, tanto que llegaban hasta el cielo. Me miró a los ojos y me dijo que no tuviera miedo, que siguiera con él y no me pasaría nada.

Nos sumergimos en aquella calleja larga y eterna... Cuando salimos el centro de la ciudad nos esperaba.


Memo sólo me gritaba que corriera, que ellos estaban cerca de nosotros y que si no lo hacía nos alcanzarían y nos matarían.


Y sí. Apenas llegamos a la plancha del Zócalo cuando al pie del asta bandera me dio un beso y sólo sentí helados sus labios. Me dijo que no tuviera miedo, que ya había acabado todo y lo último que recuerdo era mi cuerpo tirado encima del suyo luego de escuchar dos disparos, supongo que uno fue directo a mí y el otro a él.


Los dos morimos. Luego de tremenda corretiza ellos nos alcanzaron y dieron al traste con nosotros. Con Memo y conmigo.


Nunca me había despertado con un sueño concluido. Por lo general, cuando me duermo y tengo sueños, estos siempre terminan a la mitad.


A mi ni me gusta Memo aunque no le hubiera dicho que no si me decía que corriera junto a él.


Quiero pensar que mi imaginación se disparó luego de cubrir toda la semana el caso de Salvador Cabañas y no escuchar otra cosa más que partes médicos, balas, recuperaciones, huídas, inseguridad...


Supongo que por eso Memo y yo corrimos...



jueves, 28 de enero de 2010

Regrésenmela...

Apenas la estaba escuchando el viernes... Y creo que lo dije en voz alta: "A mí nunca me ha dado consejos." Y es verdad, nunca me los ha dado, supongo que por eso arde el escuchar que a los demás les otorgue siquiera un poco de su tiempo, el cual por cierto, se ha vuelto cada día más escaso.

Lo único que obtenía de mamá cada que le decía algo que me pasaba era: "Tú tienes la culpa, confías en cualquiera que se te ponga enfrente."

Yo siempre me lo reproché. Mamá tiene razón, confío demasiado y por eso me ven la cara de pendeja. No sé distinguir entre el bien y el mal, debo hacerle caso. Tal vez también por eso no quiera saber nada de mis amigos ni de lo que hago con ellos, tal vez por eso les ha tomado odio y se expresa mal de ellos.

A partir de ahi decidí no agobiarla con mis problemas de adolescente. Y yo sólo he tenido una adolescencia, no más. Sólo se tiene una, como la propia vida.

Se lo reiteré... No te cuento nada porque no quiero que me salgas con lo de siempre: "Tú tienes la culpa..."

Si de falta de consejos escribo debo afirmar también que pocos te quieros hubo entre nosotras. Más de ella hacía mí. Ahora no ha sido fácil robárselos tampoco... ahora los mismos abrazos me siguen costando ruegos.

Desde pequeña celaba a mami... No podía soportar que conmigo no hubiera cariños y que Jaz, mi primita, sólo llegara y le robara una sonrisa, una caricia. Esas se suponen que eran para mí y para nadie más. Si no me las daba a mi que era su hija... ¿Porqué carajo a los demás sí? No lo entendía y sigo sin comprenderlo...

Veo que de un tiempo para acá ha sabido decirlo más seguido, pero lastimosamente no son para mí... ni para papá... ni para mi hermanito...

No quiero que deje de querer tampoco a papá por un ideal aunque eso se ha ido también acrecentando y no me gusta...

Eso siempre me ha herido y creo que en este momento, en el que estoy con el sentimiento a flor de piel, es que tomo mi post como un momento catártico...

He sido juzgada y no me gusta... He sido puesta en el estrado para que me miren y digan que soy la mala del cuento y tampoco me gusta...

Si me acusarán de proteger a lo que más amo en el mundo y sin pedir nunca retribución entonces bien puedo ser acusada las veces que sean.

Pero jamás podrá ser cuestionada la lealtad que tengo hacia los míos y el compromiso que tengo para con ellos desde que nací.

Quiero que me devuelvan a mi mamá, aunque los te quiero no me los diga ni pidiéndoselos a gritos... pero la quiero de nuevo aqui... aunque sea regañona, enojona, bipolar... Aunque no me hable por días, aunque me aviente de nuevo los juguetes para que los recoja sin chistar...

La extrañamos en casa... Te extrañamos en casa...

miércoles, 27 de enero de 2010

Frustración bailable.

En casa de papá siempre me han criticado por no levantarme a bailar en las fiestas organizadas por ellos, por no emocionarme cada que hacen un círculo para ver a algunos de los niños mover sus cortas piernas al ritmo de la música de moda (o de las salsas de moda, porque es lo único que escuchan, guácatelas).

Cierto, no me gusta bailar... Pero enfrente de ellos...

Siempre quise ser bailarina ó pero soy torpe para moverme.

Hasta para eso soy exigente, porque no podría ser una de esas nenas que salen en televisión nacional, me hubiera gustado ser de esas de performances o de algunos de esos cantantes internacionales, así, además de bailar, podría conocer muchos lugares en el mundo, otra de las cosas que hasta el momento no he podido hacer tan seguido.

Entre mis gustos de adolescente, me aprendí la coreografía completa de cada una de las canciones de los Backstreet Boys y sinceramente no es algo que me avergüence, pero procuro no sacarlo a colación a menos que ya haya sido conquistada por el sabor de unas ricas cervezas. Grababa mis videos y luego de aprenderme el baile sentaba a mis papás para que me vieran bailar igualito que lo hacían ellos. ¡Bah!

Hasta me metí a un club de fans pensando en que algún día podría viajar para convertirme en bailarina de algún grupo o cantante importante.

Desde pequeña me gustó siempre Grease. Los diálogos me los sé de pé a pá y las coreografías también. Audicioné alguna vez para interpretar a Sandy en un montaje de preparatoria pero me mandaron a la shit con un "Sandy no era morena, nena."

Ya después Dancer in the Dark me volvió loca y cada que la veía mi imaginación volaba al cantar Björk, Cvalda.

Ahora escucho cierta música pero esa incompetencia para bailar me ha hecho permanecer sentada y quedarme con el ritmo dentro.


Sólo se ven moverse mis piecitos, esos que nunca han sabido quedarse pegaditos al suelo, quietecitos sin hacer ruido...


Ahora más que bailarina, parezco Beth Ditto la vocalista de The Gossip... I like it!


lunes, 18 de enero de 2010

Tengo miedo


Cada que tenía pescadillas (como coloquialmente llamo a las pesadillas, doh!) Miñín me metía termendos sustos con sus gritos y gemidos.


Siempre hemos compartido habitación. Me he caracterizado por tener el sueño ligero, con cualquier lucecita que sientan mis ojos al estar cerrados me despierto y me cuesta mucho trabajo volver a dormirme. Obvio que algún sonido provoca molestia.


De niños nos gustaba mucho ver Chucky y todo su serial. Cuando salíamos a jugar con nuestros amigos los dos nos poníamos como locos porque a ellos no les gustaba ver esas películas y les actuábamos. Interpretábamos esa escena última de la primera parte del muñeco asesino, en la que yo hacía de Catherine Hicks, mamá de Andy, dueño del muñeco y Miñín era Chucky.


Mi pequeño hermano se subía en mi espalda y yo me ponía toda freaky por querérmelo quitar para aventarlo a la chimenea y quemarlo. Pfff, la imaginación volaba.




Tiempo después, él no dejaba de tener pescadillas y cuando las tenía yo era la que pagaba.

Todo en silencio, comenzaba a respirar más rápido que lo de costumbre. Era entonces cuando mis ojitos se abrían y pensaba que habría escuchado mal; de repente venía lo fuerte. Comenzaba a gritar como poseído por el demon y yo no me aguantaba, también gritaba presa del miedo que me daba que el tonto tuviera pescadillas por ver sus tontas películas de terror a sabiendas que no me dejaría dormir.


Hasta que llegaban mamá y papá a rescatarnos era entonces que me sentía más tranquila, pero hasta ahí. En cuanto ellos se iban de nuevo a su recámara, Miñín se quedaba bien dormidote otra vez apenas su cabezota tocaba la almohada mientras yo no lograba conciliar el sueño y nomás pelaba ojo para que no se me apareciera Chucky.


Hace apenas quince días se me ocurrió ir al cine y ver Actividad Paranormal. La mitad de la película me la pasé con los ojos cerrados y obviamente el final no lo vi.


A Miñín se le ocurrió no "desperdiciar" su dinero y sí, le valió y compró su clon en un puesto cerca de la casa. "Yo la quiero ver y ya," me dijo.


Todo estaba dispuesto para que así lo hiciéramos. Esta vez no cerré el ojo pero apretaba fuertemente el brazo de mi papi para que me protegiera. No dejamos de gritar ni de escandalizarnos con el sonido tenebroso cada que el espíritu se hacía presente en la trama.


No mamar dijo malqueque panqueque cuando terminó la cinta. Todos andábamos con los ojos pelones y no nos queríamos mover, no vaya a ser que se nos apareciera una sombra intentándonos llevar al más allá.


Mamá quería que la acompañáramos a todos lados porque no quería andar sola por la casa... Nosotros tampoco...


Hoy... cuatrotreintadelamañana... Justo cuando me estaba bañando... ¡Tóngale, se fue la luz!


¡Diosito, te prometo que ya voy a creer en ti pero no me dejes tanto tiempo sin luz, no dejes que se me aparezca la Katie y me jale las patas, por favor!

jueves, 14 de enero de 2010

La vida en serie.

A veces, por ejemplo, me gustaría tener el carácter de Cristina. Quisiera ser decidida y no amedrentarme por nada ni dejar que los demás noten mis nervios aunque por dentro esté muriendo de miedo, de pavor.

Otras, tal vez como Donna. Eso sólo por el atuendo, lo demás sale sobrando cuando la actitud que tengo hace que me identifique con ella.


Pudiera ser también como Phoebe, quien se deja llevar por el viento y puede arrastrarla y aún así disfrutando.


En ocasiones pudiera disfrazarme de Rachel o Mónica para tener el buen gusto que muestran en sus atuendos.


Meredith e Izzie no podrían quedarse atrás. Míticas y femeninas por donde las quieras ver. Con amor por todos lados sin llegar al atosigamiento.


Como Penny, rodeada de nerds que la adoran y que se retroalimentan para seguir a cabo con su vida.


O bien podría comenzar mi propia serie con un personaje idéntico a mí. Con problemas como los de todos y con soluciones como las de todos.


Un personaje que además de eso, hiciera todo lo que a su alcance esté posible: tocar en una banda, preferiblemente la guitarra, andar con mezclilla acampanada y botas, usar sólo batitas a cuadros o lisas, tener el cabello suelto adornado con una cinta llena de flores alrededor de la cabeza.


Un personaje que para trasladarse sólo utilizara una bicicleta con llantas enormes, que mostrara anillos gigantes de plástico para decorar sus dedos, que mostrara que la felicidad sólo está en sus ojos, en sus largas pestañas.


Que viviera en un loft tipo colonial en el centro de la ciudad, en donde los amigos hicieran de cada noche una bohemia colectiva de la cual fuera difícil desprenderse.


Se llamará Laura, creo. Y comenzará a realizarse... Ya.





miércoles, 13 de enero de 2010

Si de pedir se trata...


Ansina nomás.


Nunca he creído en el poder de la mente. Corrijo: Nunca había creído en el poder de la mente.


Tendré que otorgarle el beneficio de la duda después de lo que me pasó hoy.


Cincoconcinco de la mañana. Sólo tuve qué cruzar los dedos, pensar en que si pensaba (sic) en ello ocurriría y tan sólo diezsegundosdespués ocurrió.


Gracias a mi mente y su poder, supongo, hoy me siento muy contenta y nadie me hará enojar.


Y de fondo, In my place.


Lástima que no pueda actuar, por más que el corazón me lo pida.


No importa. Hoy aprendí a que con sólo cruzar los dedos y pensar en lo más bonito del universo entonces puede ser que se cumpla.


¡Soy feliz como una lombriz en agua puerca!

lunes, 11 de enero de 2010

Es el amigo

Fue creo que hace dos años.


Me lo encontraba siempre, a la misma hora. Ambos abordábamos el mismo bus y era obvio que me gustaba.


Un día de esos en los que te levantas con valor y ánimo de cualquier cosa fue que me decidí.
Saqué de mi bolsa café una libreta con hojas a rayas y una pluma con figuras de vacas.


"No me conoces. Te he visto y tal vez un día de estos podamos compartir. Te dejo mi número por si algún día quieres conversar."


Antes de bajar del bus le di el papel y huí despavorida, con el corazón palpitando como si fuera colegiala.


Una semana después recibí un mensaje de Ricardo, invitándome a celebrar su cumpleaños con algunos amigos. Sin ánimos de salir decliné el convite, además, pensé que sería buena idea no decir sí a la primera; bueno, ya le había entregado el papel, más evidente no pude haber sido, pero supongo que también así se conoce a la gente, sólo que a estas alturas hasta una sonrisa causa desconfianza.


La falta de contacto causó mella y mi gusto fue disminuyendo. Como no se veía interés por parte de ninguno de los dos, opté por eliminar su teléfono de mi directorio.


Fue apenas, hace tres meses, que se puso en contacto conmigo reclamándome por no escribirle ni tirarle un lazo para saber cómo estaba.


Justo ahí, en la fiesta de compromiso de mi hermanito, que la vida dio un vuelco extraño, de esos que no te esperas.


Lo invité para convivir por primera vez. Después pensé que probablemente no era la mejor opción porque quienes estaban invitados eran familiares y amigos cercanos, pero ya estaba hecho.


"¿Puedo ir con un amigo? Es que no conozco a ninguno de tus invitados y no quiero estar solo."

Fue el primer mensaje que me envió. Accedí, uno más no pasaba nada.


"Oye... ¿Puedo llevar a otro amigo?"


Tráelo.


"Se me pegó una amiga, ¿qué hago?"


Ay, ya. Que sean cuatro, total, la cerveza es gratis y la mitad la auspicio yo así que va.


"Ya estoy aquí afuera, ¿Puedes salir por mí?"


Justito ahí. Salí y regresé diferente.


Unos ojos grandes y profundos me recibieron y no precisamente fueron los de Ricardo. Alto, no a lo que estoy acostumbrada, pero rebasaba mis estándares de medición.


Chamarra negra y pantalón de mezclilla claro, tenis blancos relucientes. Todo hacía juego menos la nena que lo acompañaba.


"Hola niña, mira, te presento a Alejandro, ella es Mónica y él es Jordi."

Alejandro, izquierda; Jordi, derecha.


Bah, el nombre era lo único (además de la morra) que no me gustaba: Jordi, Jordi, Jordi, uagh, sólo recordaba aquella canción que de niña escuchaba por todos lados: Dur dur d'etre bebe.


Sobra decir que respeto en demasía el que una persona que me guste tenga novia, es algo que traigo desde el inicio de los tiempos. ¿Te gusta? Ah, bueno, averigua primero si tiene algo con alguien, si no, entonces vas pa'lante. Si sí, te chingas y te esperas a que quede soltero. Filosofías que a veces me dan ganas de no tener.


Ricardo andaba duro y dale conmigo pero el gusto pasó rápido, en su momento me había gustado pero ahora ya era uno más para mí. Suena como es.


Después de ese día, Ricardo mandaba mensajes para saber qué estaba haciendo, si quería salir un rato pero entre el trabajo y las reuniones familiares ya no se hizo nada.


Quince días antes de este post, invité a mi malquerida y a mi hermanito al cine. Nos veríamos en la plaza con papá para ver la película que esa noche me tocó escoger a mí. Justo en la esquina, para abordar el taxi, lo vi de nuevo. Jordi iba cubierto de pies a cabeza y sólo se veían sus ojos, los asomaba entre un gorro y una bufanda.


Claro que nos vimos, pero no nos saludamos. Reaccioné tarde y sólo le dije a mi mamá que ese chico era el amigo de Ricardo. Ese que me gustó, má. "A ti te gustan todos" me dijo, como siempre tan sutil jeje.


La semana pasada, lo mismo. Salí de casa a las cincoconcinco de la mañana y me trepé a mi pequeño bus. Al lado de mí iba un muchachito con sudadera y gorro, bufanda que no dejaba ver su rostro.


Todo el camino se fue dormido, hasta diez minutos antes de que yo bajara. Se bajó la bufanda y de reojo pude verlo. Me hice tonta, para qué negarlo. Aunque la oscuridad de la madrugada no me dejó nunca constatar que sí era él.


Ayer, acurrucada en mi sillón, con mis perros y viendo una película sonó mi teléfono. Ricardo me preguntaba si quería salir con él a tomar algo. "Estoy cerca de tu casa ¿quieres venir con nosotros?"


El nosotros fue clave. Respondí al mensaje preguntando quién iba. "Sólo Jordi y yo."


Mi "vamos" fue inminente.


Una retocadita frente al espejo, una ensalivadita a las pestañas largas y ya, estaba lista.


Pasé una buena noche. Jordi, de veinte añitos (no hay conflicto), es buen conversador. "Te vi una vez en el bus, hasta te sentaste al lado mío. No te hablé porque cerraste tus ojos y yo los míos. Cuando desperté prácticamente ya ibas a bajar, pero sí te reconocí. Tambien aquella vez en que estabas con tu mamá esperando a alguien."


Para la otra dame un codazo, le contesté. No sé cómo pero le saqué su número telefónico. Le dije que algunas veces papá tomaba el auto y me llevaba hasta mi trabajo, así que si quería podríamos concederle un ride. Mentira, papá nunca me ha traído al trabajo a las 6 de la mañana.


En la plática trataba de averiguar cuánto tiempo llevaba con la nena. "Cinco meses." Me dijo. Ricardo, muy oportuno, aseguró que "lo trae bien cortito. A mí me choca porque también es mi amiga y para todo le anda llamando. ¿En dónde estás? ¿A qué hora llegas? ¿Qué estás haciendo? Además, se la pasan peleando, de todo pelean. No sé si es por su edad (19 años) pero siempre anda peleando con él".


¿Eso a mí de qué me sirve? Exacto, de nada.


Ahora me siento como una vil idiota porque me gusta y ya. Tiene novia y ya; aunque no sé si sean sus ojos profundos o mi afán de querer ver más allá de lo que es. Me veía diferente, eso sí, su mirada me fulminaba.


Conflictos insanos que parecen no tener fin en la evolución humana.


Sigamos conociendo gente. Sigamos.

Me gustan feos, by the way.

viernes, 8 de enero de 2010

Inexistentes.

"¿Crees que realmente existan así de guapotes?"

Lorena me preguntaba eso apenas anoche. Me contaba de su decepción amorosa; el novio le resultó con novia, una que no era ella.


No lloraba, pero sí estaba muy decepcionada y apenada de que el tipejo sólo la hubiera encandilado para acostarse con ella.


¡Fiuuu! Pensé. Yo nada más me he besuqueado con alguno que otro patancillo pero hasta ahí. De todos modos no dejas de sentirte mal cuando te mienten.


Ninguna de las dos llevábamos una relación cercana cuando cursábamos hace apenas unos ayeres la universidad. Yo sólo sabía que tenía un novio que me recordaba a algún jugador de fútbol y ya, no más.


Fue hasta que salimos de la escuela cuando nos volvimos mejores amigas gracias a otro amigo en común.


Desde ahí, hemos sido compañeras de dolores comunes y alegrías bastas.


Justo cuando me contaba de su experiencia poco amable, pasaban en la televisión un promocional de Grey's Anatomy. Ambas vemos ese canal y ambas vimos ese promo al mismo tiempo. Fue por eso que me preguntó si realmente existían hombres así de guapotes...


Siempre he sido fanática de las series, ahora ya son telenovelas estadounidenses, pero siguen causando en mí un efecto tranquilizador. Parece un oasis el ver hombres perfectos y hechos a la medida de lo que siempre hemos querido.


Mamá dice que no existen, Miñín me dice que sí pero no en los lugares que suelo frecuentar...
No importa. Me da risa cómo Lorena se malviaja pensando que hay un Shepperd esperándola en una cantina de la Condesa...

Yo no me pongo mal... Sólo siento que me dan calores cuando veo el cuerpecito de este doctorcito que bien podría curar mis males.



Aunque, bueno... mi tipo es como este...



¡Upa! Hora de regresar a la realidad... ¡Ya llegaron los de la oficina!

martes, 5 de enero de 2010

Una bicicleta, unos patines, un carrito, una bota...

Siempre me pareció acogedora.


La casa de la abuela Cata era mi prototipo de vivienda a futuro. Pero como era antes, con tejas de adobe, con olor a leña, con neblina fría, con aire fresco que obligaba siempre a andar como me gusta: bien abrigadita.


Justo en aquella casa, a mis nueve años, fue que tuve los regalos más bonitos hechos por mis Reyes Magos.


Recuerdo que vivíamos en un cuarto adaptado en el patio central de la casa. He olvidado el porqué decidimos mudarnos de nueva cuenta para allá. Mi hermano cursaba primero de primaria y yo cuarto; era la primera de dos veces en las que nos tocaría compartir escuela.


Teníamos unas literas. Mamá dormía abajo con papá y mi hermano tendría que fregarse a dormir conmigo arriba. Edades en las que pasábamos sólo peleando.


Aquella ocasión, mamá nos forzó a dormir. Yo no podía. Me daba miedo escuchar el tema central de "Los Polivoces", hasta la fecha lo escucho y me tapo los oídos. Ese programa lo sigo viendo por la risa que me provocan sus personajes, pero ¡ay nanita! el tema me espanta.


Miñín y yo corrimos presurosos a abrir nuestros regalos. Nunca me habían traído tantas cosas en una sola vuelta. Al pie del árbol que emergía de una gran maceta roja, que después fue blanca, estaba mi bicicleta roja, una que acaso utilicé dos veces. Mamá me había insistido tanto para que les pidiera una muñeca vestida de rosa montada en una pequeña bicicleta. "Anda pues mamá, anótale en la cartita una muñeca vestida de rosa montada en una pequeña bicicleta". Me la trajeron, casualmente.


Una caja grande me esperaba aún. Patines en línea, papá nunca quiso que sus niños carecieran de diversión y compraba lo que todos tenían; la diferencia era sólo la marca. Eran verde botella, tenían correas fiucsia y las llantas eran verde fosforescente.


Encontré una bolsa rojiblanca. Estaba llena de ropa para barbies. A su lado había un carro en el que podía meter a mi Ken y a mi muñeca. El auto traía detrás una cuatrimoto que a su vez tenía una tabla para surfear encima. Todo rosa. No entiendo porqué ahora no me gusta el rosa, pero sí, todo era rosa.


Y obviamente, mi bota de dulces. Mmmm, amo los chiclosos de tutsi.


Ese fue uno de los momentos que más recuerdo de estas fechas.


Otro fue cuando ya viviendo en otro departamento, nos escondieron los juguetes y nos hicieron llegar a ellos mediante papelitos con pistas para encontrarlos. Esa vez me regalaron una pelota gigante morada con mariposas amarillas. Salí a jugar con ella y a los cinco minutos regresé porque ya la había ponchado.


El último fue hace tres años. Sí, tenía 24 añitos y necia estaba con que quería un caballo de palo y unos boxeadores de madera. Uno de los reyes, el que sostiene a esta familia, mi familia, se la pasó toda la noche buscándolos. Entre juguete que usa batería y videojuegos, mi rey mago llegó ya de madrugada a casa para poner sobre mi tenis morado tornasolado, unas tablitas de colores de madera y unos boxeadores multicolor...


Aún sigo esperando mi caballo, pero contenta estoy sólo con mi bota...


Al fin que a los Reyes los tengo siempre en casa...


Chale, creo que quiero ir a la lucha libre.

lunes, 4 de enero de 2010

It's all happening!

No podía estar tanto tiempo alejada de esto...


Si bien el receso me sirvió para aclarar mi mente y hacer un repaso a mitad del año para saber qué era lo que estaba haciendo mal, sirvió también para darme cuenta que por más que hubiera querido regresar desde antes no hubiera sido justa con mi convicción.


Ya no me siento tan extraña a mí. No creo que sea el año nuevo, aunque si he de decir verdad, siempre he pensado que los años múltiplos de cinco, mi número favorito, son los buenos.


Ahora puedo contar que me estoy dando la oportunidad de saber todavía más de mí, de saber que no tengo límites, de saberme querida por alguien a quien apenas estoy conociendo y que no me siento presionada por nada.


Reconozco que mi anterior etapa fue tremendamente mala por factores que creía ajenos a mí pero que eran causa de mi comportamiento, de mi manera de pensar y ver las cosas.


Suelo platicar con papá... Bueno, él suele platicar conmigo, yo sólo contesto con monosílabos cuando comienza las pláticas filosóficas de lo que hago con mi vida... "Debes seguir como hasta ahora, auténtica". Así comenzó la charla primera del día primero del que tiene que ser el mejor año de nuestras vidas.


Y así seguiré, auténtica, groupie, sabrosa, inteligente, musical, dramática, futbolera, rockera, hippie, cambiante, pero siempre convencida de que así quiero ser.


¡He vuelto!