lunes, 27 de septiembre de 2010

Yo soy Benito.



Este es mi nombre. Creo que tengo siete años. Cuando me llevaron al veterinario mis actuales dueños esa fue la edad que me calcularon al ver que mis colmillos ya estaban débiles, es más, hasta uno de ellos ya se me había caído.

Hoy me siento mal, me siento más débil que nunca aunque tengo muchas ganas de vivir, de seguir saltando pero ya no es lo mismo que cuando llegué a casa.

Ahi les va mi historia.


Vivía en casa de Alma, una amiga que Laura, una de mis dueñas, conoció en la Universidad. Lau me ha platicado que su mamá le dijo alguna vez que quería un perrito chihuahueño. Aclaro: yo soy chihuahueño pero también soy el resultado de una cruza entre ese tipo de can y un fox terrier ratonero. La verdad es que siempre me dicen que estoy muy guapo y que soy muy tierno aunque eso no quiere decir que me deje manosear por cualquiera que se me acerque. Elijo bien con quien sí y con quien no. Es simple, a quien no quiera... ¡zaz! le suelto tremendo susto fintándolo con que lo voy a morder y ya con eso me los quito de encima.


En fin. Alma le contó a Lauris que me tenía en su casa y que quería regalarme con ella. Resulta que ella aceptó, me llevó a casa y a partir de ese día fui el perro más feliz del universo. Recuerdo que llegaron Lau y Bruno y se abrieron paso entre gallinas y conejos, osh, me hacían la vida imposible porque yo tenía tantas ganas de jugar con ellos, de corretearlos, pero iban de chillones diciendo que yo me los quería comer.


Al principio, la mamá de Laura era muy rejega conmigo, se portó mala onda. Su recepción fue un baño con agua muy fría y sus letanías de que ella "no quería a un perro como éste. Te pedí claramente un chihuahueño". Ahora soy su adoración. Me la supe ganar.


Puedo decirles que entiendo cada una de las palabras que me dicen y ellos lo saben. Cuando recién llegué pensaban que era mudo... ¡Háganme el favor! Yo no emitía ningún ladrido porque aún no me sentía en confianza para hacerlo, hasta que una noche, exactamente dos meses después de que me trajeron a esta casa, a las dos de la mañana, escuché unos ruidos extraños en la parte frontal y me puse a ladrar como loco.


Mis dueños bajaron corriendo, prendieron las luces y comprobaron que lo que escucharon no había sido una broma. Fue como un bebé diciendo por vez primera "papá" o "mamá".


Me veían desaforados y me decían: "¡otra vez, Benito, otra vez!". Yo sólo atinaba a verlos con cara de "no mamen, tampoco soy su payaso".


Desde ese día, hasta hoy que ya no tengo tanta fuerza, no he dejado de ladrar.


La malquerida fue la que me bautizó como Benito. "Pos ya qué", pensé. No puedo decirle que no ¿verdad? Al principio creí que si me gritaban por el nombre de "Benito" y yo no atendía, entonces tendrían qué cambiármelo por otro, pero también pensé: "¿Qué tal que me ponen Bruno como al hermano de Laura? No, mejor me quedo así".

Antes sufría ataques epilépticos. Me ponía muy mal pero siempre ha habido alguien al pendiente de mi, siempre hay alguien que se da cuenta de que me pongo mal y cuando eso me pasa sólo recuerdo que me retuerzo y que cualquiera de mis dueños se ponen a sobarme la pancita y a limpiarme si es que arrojo algún líquido. Me gusta mucho el pollo (como a Hugo, el amigo de Laura) y también las croquetas para cachorro. Son más suaves. Sé que estoy grande pero ellos me da de esas para que no me cueste tanto trabajo masticarlas.

Desde que me tienen a mí y también a Babo, mi hermano menor, han hecho conciencia de lo que significa tener una mascota en casa. Laura, por ejemplo, apoya a la difusión de grupos para la adopción de animales, no sólo perros sino también gatos y hasta burros. La malquerida, por su parte, apadrina a dos amiguitos que fueron torturados de maneras insospechadas por putitos que se hacen llamar humanos. Perdón por el francés, pero es lo menos que se merecen como descripción.

Me siento orgulloso de mis dueños. Mi abuelo, el papá de Lau, me compone canciones teniendo como melodía el tono de su celular; me dice "amigo", "mosho", cualquier adjetivo que me diga siempre es con cariño. Sale con su bicicleta a comprar mi carne. Mi abuela limpia mi popis y me da de comer todos los días; me habla como si fuera su bebé, con un tono chillón pero que a final de cuentas me hace sentir querido. A Bruno lo espero siempre a la salida del baño porque me gusta estar con él, me gusta que me diga "abuelo" porque me hace sentir especial, con jerarquía jeje.

A Lau... La extraño. Los últimos días que estuvo aqui fueron complicados para mí. Pese a que le gruñía a cada rato, me daba mucho gusto cuando llegaba de trabajar porque siempre me dejaba husmear en su bolsa. Nos traía a Babo y a mi un poco de pan y a cambio de eso dejábamos que nos acariciara la panza un poco.

Ahora viene de vez en cuando pero la última vez que la vi fue especial. Quise estar con ella todo el tiempo como agradecimiento de haberme traído a una casa en la que siempre fui tratado de manera formidable. Me llevó al veterinario, me dio besitos en la cabeza, me cargaba con mucho cuidado para no lastimarme, me dejó quedarme dormido entre sus piernas aunque la incomodara al dormir.


Creo que es la que más va a sufrir si parto en estos días. El sábado, al ver sus lagrimitas, recordé las veces en las que lloraba por algún patanazo y yo llegaba a lamerle las mejillas para que ya no chillara más. Ahora sus lágrimas eran por mi causa y eso me ha dado fuerza para seguir adelante, por ella, por mi hermano, por mis abuelos y por Bruno. Me ha dado fuerza para seguir adelante por mi, pero si no puedo, si la fuerza ya no me da para seguir sosteniéndome en cuatro patas, quiero agradecerles la vida que me han dado.


Nunca podré pagar tanto amor...
¡Gracias, totales! (Lo que me dejó escuchar tanto a Soda Stereo con Lau).






jueves, 2 de septiembre de 2010

Emilia solitaria. Emilia confundida.


-Entonces... ¿Por qué llorás?



-Fácil. Se me metió en las entrañas. O tal vez lo único que estoy buscando es que alguien me quiera, de la manera que sea.



*****



Era miércoles de terapia familiar, aunque de a poco las sesiones se fueron enfocando a Emilia y sus problemas de inseguridad.



Fabiola, la doctora que trataba los asuntos relacionados con la madre de Emilia, sabía que algo pasaba con ella así que decidió de pronto matar dos pájaros de un tiro.



-A ver, pues. Platicáme. ¿Por qué vos traes puestos esos lentes?

-Porque me ardían un poco los ojos, entonces me los puse para que no me entrara polvo y evitar que se irritaran más.

-Y ¿Por qué te arden?

-Porque lloré.

-¿Por qué?

-Porque no me quiere. Bueno, sí, pero no.

-Explicáte, por Dios.

-Pues dice que nomás puede ser mi amigo. Ya sabés. Teme que si tenemos algo podamos dañar la amistad y bla, bla, bla.



Emilia conocía de sobra el discursito. En esta ocasión le había dolido más que la última vez, hace ya casi cuatro años. Según recuerda, las dos relaciones anteriores habían sido con dos personas que, casi de la misma manera, le vieron la cara de pendeja.



-Lo que pasa es que tenía un ratito que no me sucedía. No me había interesado nadie hasta que él se apareció. Así, de la nada. ¿Sabés? Siempre me habían dicho que dejara de buscar el amor (sentimiento que, por cierto, creo que realmente es algo más químico que emocional). Me decían que se aparecería cuando menos lo esperara. Y así salió, de la nada.

-¿Y luego?

-Pues así nomás ¿qué más querés que te diga? Salimos en varias ocasiones, soltamos algunos besos y ya. Comenzamos por lo más práctico, supongo yo que siempre termino haciendo lo más difícil y en lo fácil es en lo que me atoro. La cagada está en que no soy de las que tiene onditas sin involucrar sentimientos ¿Me entendés? Después del contacto físico (mínimo, por cierto) comenzamos a preguntarnos cosas más personales. Vos sabés que cuando comenzás a charlar de eso y te gusta, ya perdiste. Eso me pasó.

-¿Vos sentiste que te involucraste de más?

-¡Él me involucró! Ya lo dijo Gustavo Cerati en aquella gira de despedida de Soda Stereo: "La culpa la tiene ella. Ella." Aunque en este caso los roles cambian. La culpa la tiene él.



Emilia siempre supo que esa "relación" no iba para ningún lado. Y si tenía algún rumbo ese era más por el plano físico que el emocional.



-Siempre me ha dicho que le gusto, viteh. Me hace sentir bien cuando me lo dice.

-Yo creo que lo que vos estás haciendo es tapar el sol con un dedo. ¡Te quiere tirar y ya, porqué es tan difícil de que lo entendás!

-Y no. Lo que siento es que le da terror involucrarse de más y cometer alguna boludez conmigo. No lo culpo, la verdad es que siempre he tenido ese pedo: cuando se dan cuenta que además de hermosa soy inteligente se quedan bloqueados. Le corren. Y eso, a mí, me da mucha bronca.

-Yo digo que tu inteligencia da para más. ¿De qué te sirve decir y alardear tanto en que vos sos inteligente cuando terminás con el primero que te dice que sos re linda sabiendo que lo único que quiere es tronarte y ya?

-Supongo que no me sirve de nada. Pero bueno, es caso cerrado. Se supone que tendríamos qué hablar de mi vieja ¿no? Entonces hablemos de ella.

-Sólo puedo decirte que tenés que creértela. Sos demasiado lista pero faltá que te des cuenta que merecés mucho más. No tenés porqué conformarte con alguien que por lo que me contás, no tiene para vos lo que estás buscando: amor.



Emilia se cansó de escuchar la misma letanía: "¿Qué te gustá de ese boludo? ¿Qué te dio para traerte tan pendeja? ¡Merecés otra cosa, mirá para arriba!"...



Hizo caso omiso a los comentarios y después de un par de meses decidió verlo otra vez. Parecía que de nueva cuenta los juegos con los que empezaron a conocerse, regresaban.



-Fue la carga de trabajo la que no me daba tiempo para verte, no me alejé por otra cosa.

-Pará, eso ya me lo explicaste y he entendido. ¿Sabés? Este saco no me cierra. Y ya he bajado de peso.

-Yo sé porqué no cierra...

-Ya te dije que pares, viteh. Insisto en que habrá que reducir ciertas partes de mi cuerpo para sentirme mejor. Mi vieja me ha dicho que las cirugías de reducción son menos peligrosas que en las que te inyectan la silicona.

-Mal. Mal. Mal. Debo visitarte pronto antes de que eso pase.

-Y te he dicho que cuando vos quieras...



Corroboró lo evidente. Sólo faltaba mayor claridad en su mente. Apenas una amiga le decía que lo más fácil en este mundo era conseguir sexo. Y sí. Después de una plática por el mensajero, Emilia confirmó que lo único que él quería era "tronarle los huesos". Sin ningún compromiso, por supuesto.



"Y ahora me siento justo como el grande de Cerati. Entono "Ella usó mi cabeza como un revólver"... Aqui estoy. Echada en mi cama, mirando al techo, analizando la letra. Ambigua como es la melodía, golpea crudamente mi imaginación. De pronto me sentí como él, como Gustavo, un objeto que en esa canción llegó a extremos insospechados. 'Después de un baño cerebral, estaba listo para ser amado'... Y sí. Pasará el tiempo y pensaré, de pronto, que el vacío es un lugar normal..."



Emilia decidida. Emilia solitaria. Emilia ansiosa. Emilia, tan boluda.